Asesores aqui os dejo un artículo muy interesante sobre la moda valenciana, en concreto sobre una exposición recien estrenada en el IVAM.
Texto de Josep Lozano para el catalogo de la exposición ENTRE BAMBALINAS · ARTE Y MODA
18 JULIO-20 OCTUBRE 2013 INSTITUT VALENCIÁ D'ART MODERN
¿quién se baja primero la app?
LA MODA ENTRE BAMBALINAS
Según Coco Chanel “l’estil c’est moi”
(aplíquese a cada uno). El buen gusto no existe, sólo hay que entrar en
la red para ver la cantidad de propuestas que son aceptadas, es una
necesidad de mercado, y de estilo no voy a hablar. Somos intermediarios y
al tiempo consumidores, incluso lo que adquirimos lo hacemos por
mimetizar con nuestros semejantes. Somos quienes colocamos en el mundo
real un objeto que, a través de nuestro comportamiento, se convierte en
moda.
Si el lenguaje es el vehículo
de comunicación, la moda es su combustible, un papel en blanco donde
dibujar nuestra imagen cambiante, la que transformamos día a día en
constante progresión de modernidad y que, a su vez, deja de serlo en el
momento en que ha sido utilizada.
Cada propuesta
que colocamos en la calle tiene esencia y personalidad propias, caduca
por su propia temporalidad, es mortal. Una sucesión de tiempos llamada
tendencia logra que el hecho de adscribirse a una determinada corriente
desemboque en un lenguaje en sí mismo, en un modelo al que nosotros como
consumidores convertimos en un código de moda.
Somos
nosotros quienes, a través de nuestra imagen, exponemos nuestros
propios códigos, elaboramos nuestras actitudes y desarrollamos de una
forma u otra un concepto de vida al que nos gusta parecernos, acabando
por comprar “todo lo que esté de moda”. Los cambios originados por circunstancias económicas o sociales que se producen en la moda es lo que denominamos tendencia.
Así,
por tanto, el producto de moda se convierte en el objeto transmisor de
la imagen al que sólo le queda seguir las carreteras trazadas por la
industria: la moda en sí misma es industria, pero también arte y
cultura.
A través del arte entendemos el espíritu
de la moda, contemporizamos, pues la moda no deja de ser sino una manera
de reflejarnos ante nuestro prójimo y semejante a través de un producto
de consumo que, como transporte de imagen, siempre está previsto y
cautelado por la industria. El arte es su alter ego.
Con
el término ‘moda’ parece que hagamos referencia a todo, pero de lo que
estamos hablando es de contemporaneidad. Se confunde la terminología:
moda, tendencia, estilo…
¿Qué significa el
término moda? Esta expresión fue acuñada allá por el 1.600 por las
clases aristocráticas, cuando presumían de vestirse “à la mode française”,
es decir, al modo francés, al gusto francés. ¿Por qué? Pues,
sencillamente para distinguirse de los modelos austeros que se llevaban
en ese momento en su vecina corte española, heredados de los Felipes II,
III, IV y V, Fernando VI y Carlos II y III.
Moda, en realidad, viene del latín “modus”, que significa literalmente manera o medida. Los franceses lo traducen por “manière (manera), façon (forma, de donde saldrá la expresión inglesa “fashion”) o mode”, de donde surgirá nuestra acepción española “moda”.
Desde
el S. XVII y desde la aparición de la palabra ‘moda’, vestirse había
sido un signo de singularidad y distinción. En cambio, a partir de la
segunda mitad del S. XX, el consumo de moda pasa a ser objeto de uso
masivo con el surgimiento del prêt-à-porter, visto como revolución de
una determinada estética, convirtiéndose en la filosofía que impera en
el mundo industrial, y que transmuta su idea original de exclusividad
por la del mimetismo.
Si antes sólo unos pocos
privilegiados podían acceder a comprar moda, hoy su ingente consumo
convierte a las prendas y los complementos en objetos de masas, en una
forma de expresión reverente que define a una tribu, una etnia o un
grupo.
La moda nace en la calle como idea y la tamiza la
industria como proceso, para devolverla de nuevo a la calle completando
su ciclo de temporalidad. De ahí que cada consumidor sea el actor de un
decorado capaz de dar significado a cuanto le envuelve, ya que en su
forma de entender la moda se encuentra participando del entorno de la
época en la que vive.
Costura y alta costura
Pero
el individuo continua necesitando diferenciarse de los demás. Hoy,
además de ser una filosofía, la moda se ha convertido en un deseo, y el
deseo es aspiracional.
La costura, entendida como
el proceso artesanal de la construcción del traje, es la parte
aspiracional que nos devuelve a los orígenes de la palabra: deseo y
distinción.
En dicho sentido los franceses,
en una continua voluntad de distinción, magnificarán el proceso de la
COUTURE y la elevarán y convertirán en una auténtica denominación de
origen, HAUTE COUTURE, con unas claras normas que estipulan quien puede
utilizar el término: ‘’solamente aquellas compañías
mencionadas en la lista anual con domicilio en el Ministerio de
Industria francés pueden usar el término haute couture para describirse.”
El
criterio para conformar esta lista fue establecido en 1945 y
actualizado en 1992. Para ganar el derecho de autodeterminarse ‘’casa de
alta costura’’ y de usar el término ‘’haute couture’’ tanto en su
publicidad como en cualquier otro entorno, los miembros de la Chambre
Syndicale de la Haute Couture deben seguir las siguientes reglas:
Diseñar ropa bajo pedido y a medida para clientes privados
Los diseñadores pueden vender únicamente un diseño de cada prenda
Tener un taller (atelier) en Paris con al menos 20 artesanos a tiempo completo
Presentar cada temporada, dos veces al año, una colección de al menos 35 diseños parta el día y la noche
Todos
los componentes utilizados en la confección deben ser exclusivos y el
precio de cada uno de los conjuntos ha de estar entre 16.000 y 60.000 €.
La
‘‘alta costura’’ en suma nace para distinguirse de la ‘costura’,
reivindicando la diferenciación entre lo que confeccionaban los sastres y
modistas frente a las exquisiteces de las grandes agujas del gremio
capaces de complacer los gustos de señoras muy adineradas.
Decía Paul Poiret: “una mujer como usted puede llevar cualquier cosa en cualquier ocasión, y deje de preocuparse por el dinero”.
La pieza única
A
similitud con el arte, se llega a la conclusión de que valorar un
objeto de alta moda es muy difícil, mientras que establecer el valor de
un objeto producido es sencillo. Apreciar el significado de su creación y
su uso por determinados miembros sociales no es sino caminar sobre
valores determinados como valores aspiracionales.
Luego,
podemos afirmar que vivimos sobre un mundo de relación entre objeto,
valor real, valor aspiracional y valor aparente. Un consumidor de moda
es un jugador que se coloca en posición privilegiada frente a otros. Su
triunfo es el as de la contemporaneidad global, y el uso de la moda como
medio de expresión le concederá el estatus del precio de lo intangible
próximo al arte.
Cuanto más nos acerquemos al proceso de
la alta costura, más cerca estaremos de considerarnos exclusivos, de
considerarnos arte. Ante él, en el juego de la etiqueta, los demás
siempre pierden.
El cosmos de la moda es pura seducción
frente al consumo en el universo de la industrialización. No es igual
confeccionar para expresar plásticamente que producir para consumir.
Hemos apuntado hacia el precio, hacia el bien de consumo que es la moda, y ahora toca agregar el rol del sexo.
La
seducción de un objeto de moda no sólo viene marcada por su precio y/o
apariencia, sino también por el sexo, ya que el primero sólo busca
producir, la segunda busca la satisfacción, y el sexo busca su
identidad.
Si bien siempre nos han intentado conculcar
que lo masculino y lo femenino viven contrapuestos, en este momento la
moda está valorándolos por igual. En consecuencia, lo que importará ya
no será su precio, sino únicamente el goce por adquirir el producto. Y
en este discurso también establecemos un diálogo con el arte.
Nos
reafirmamos entonces en que un objeto de seducción no debe jamás
parecer repetitivo, seriado o fabricado por alguien o algo que se
asemeje a lo terrenal. El deseo que tenemos sobre un objeto de moda o de
arte no puede haberlo creado nadie. Está hecho como por arte de magia
para nosotros sólo y exclusivamente: ars gratia artis.
De
ahí que las grandes firmas resulten tan seductoras para la mayoría de
los mortales. Madonna, refiriéndose a Blahnik, decía: “Estos zapatos son
tan buenos como el sexo”. Marca y firma ocupan magnitudes
insospechadas. Dios seguro que viste Prada.
Pero también
las apariencias forman parte de la seducción. Nadie está seguro de
querer aparentar lo que es, y de ahí la necesidad de hacer lo contrario:
la simbología de la moda ayuda a ello.
A caballo de la
publicidad la moda transmite seducción, poder, aliena a las masas hacia
la clase dominante, mediatiza al mundo de la música, la televisión o la
prensa haciendo creíble una realidad inventada. Si añadimos a dicho uso
el de la belleza de la mujer y del hombre como soportes del objeto moda,
ya estamos motivando al comprador, además…, de sexo.
Moda y Arte, programa estelar
La imagen es nuestro vehículo de comunicación. El arte, su combustible.
La moda es imagen. El arte, su punto de partida.
Lo que está de moda es lo que se vende. El arte no quiere conocer las modas.
El consumidor de arte es el referente de la imagen de la moda.
El producto de moda es un artículo de deseo. El arte es su satisfacción.
Arte y Moda tienen el valor del placer: se obtiene mayor satisfacción cuando se posee.
No interesa el precio. Sólo importa poder adquirirlo.
La moda debe transmitir seducción. El arte, en sí mismo, seduce.
Un
objeto de moda, como forma de seducción pura, es la más poderosa
fórmula para atraer no sólo riqueza, sino también placer y causa de
subordinación. El arte es riqueza, placer y subordinación.
“Me gusta tener mi dinero en donde lo pueda ver: colgando en mi armario”, Carrie Bradshaw.
Estoy empezando a pensar que ahí también voy a colgar cuadros.
¡Dadme una app apropiada y conquistaré el mundo!
Josep Lozano
Divulgador y Consumidor de Moda
Director Técnico de Valencia Fashion Week
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